El pudor impide a los escritores discretos hablar de su propia obra. Comprendo y aplaudo esta actitud inteligente; pero, a veces, es menester hablar de nosotros mismos para poner en circulación argumentos que son de interés público, o sea nacionales. Tres autores, Gabriel Albiac, Carlos Díaz y Sebastián Pineda, escribieron sobre un libro titulado Latidos culturales, publicado en 2013 por Ediciones Clásicas. Les aconsejo el libro; primero, porque conozco bien al autor y jamás ceso de discutir sus argumentos y juicios; y, segundo, porque la opinión de unos pocos sabios es mejor, según nos enseñara Cervantes, que el confuso juicio del desvanecido vulgo. Ahí van, pues, un par de loas, estímulos intelectuales, de los citados sabios para que lean este ensayo sobre España. En medio del tono circunstancial y fugaz del periodismo contemporáneo no es usual que, bajo el eufemismo de columnas de periódicos, alguien escriba auténticos ensayos. En Latidos culturales, selección de sus artículos en el diario español Libertad Digital, el autor consigue opinar de política de forma intelectualmente elevada, y en sus críticas sobre la marcha del Estado español o sobre la sociedad actual, pueden advertirse hasta ciertos motivos artísticos. Hay en la historia literaria española un género particular que no se advierte en otros países: la preocupación filosófica, que raya casi en lo poético, por entender qué es España. Los artículos seleccionados en Latidos culturales no son propiamente literatura política, aunque se planteen problemas de gobierno y asuman a menudo el tono contestatario contra ciertos gobernantes. Son, más bien, herederos de un género particular del ensayo español alrededor de la profunda y vital preocupación sobre la tradición y el futuro de España. Latidos culturales podría figurar en una nueva antología de ensayos titulada España como preocupación, tal como la que Dolores Franco hizo al respecto en 1960 con prólogo de José Martínez Ruíz (Azorín). Pertenece Latidos culturales, quiero decir, a ese matiz especifico de la letras peninsulares, casi desconocido en otros países, que puede advertirse desde ciertos pasajes de Cervantes, pasando por los escritos políticos de Quevedo en medio de la decadencia imperial, hasta los de tono filosófico de Unamuno en plena crisis de 1898 y los de Ortega y Gasset, uno de cuyos títulos ya habla por sí mismo: España invertebrada (1917). Con pathos se preguntaba Ortega en Meditaciones del Quijote (1914): «Dios mío, ¿qué es España?» La pregunta sigue flotando en nuestros tiempos sin habérsele aún encontrado una respuesta adecuada.
Ante la obra Latidos culturales, como en otras anteriores del autor, yo no he podido detenerme. Amena, vehementísima, salida de las entrañas de su entrañable autor, que ama incluso lo que le duele, aunque sea mucho, así es su escritura; arquetipo de carne hecha cultura, no pesa su cuerpo ni un gramo más ni un gramo menos de lo que pesa su alma, el latido de la emoción de un hombre-libro. Es la suya viva literatura en acción, empapada de ideas, de ideas militantes: cuando el autor dice Ortega o dice Gabriel Zaid, para él queda dicho todo, con esa capacidad sintagmática y a veces vertiginosa con que metaforiza y enlaza todo, llevándonos al final a sinapsis impensadas; su pensamiento alimenta su pensamiento, también -como no podía ser menos-- un punto sectario en su visceral antisectarismo, en realidad aquí todos somos sectarios, los hunos y los otros. Lo cierto es que su palabra es apasionada lanza quijotesca en defensa de una España cuyos lanceros oficiales ya ni a moro muerto matan aunque sigan vomitando baladronadas.